Altimetrías

Puerto de Peñas Blancas por Jubrique, «piano, piano… si arriva lontano»

Estado del firme: ***
Dureza:**
Volumen de tráfico:*
Consejos y sugerencias: ante un puerto tan largo el mejor consejo es el de medir bien las fuerzas y no dejarse engañar por su pendiente media. En verano hay que llenar los bidones en Jubrique para evitar sustos, pues el puerto, que es largo, puede eternizarse.

En el mirador de la cima de Peñas Blancas, belleza a raudales.

Las apacibles aguas del río Genal, casi sin tiempo de concluir el descenso del revirado puerto del Espino, señalan el inicio de este larguísimo puerto de Peñas Blancas, camino de Jubrique y, más allá aún, de la localidad costasoleña de Estepona. Serán 24 km. hasta el puerto natural, tres menos hasta el punto más alto de la carretera, el Porrejón, en los que lo único constante será la irregularidad del puerto. Bueno, eso y el continuo curveo.

Realmente la pendiente media de este puerto no hace justicia a la verdadera dureza del mismo. Se trata de uno de esos ascensos que nos acaba machacando, que no termina nunca y, cuando parece que ya lo hemos coronado, aún esconde una rampa más… Y, para colmo, ¡casi podría decirse que se corona en descenso de no ser por el falso llano final!
Pero, como decíamos, su dureza es engañosa. Las rampas de doble dígito son contadas, pero aparecen siempre para hacer daño, sobre todo si el desgaste previo ha sido importante. Baste recordar la famosa anécdota que Pedro Delgado narra en su libro A Golpe de Pedal cuando se encontraba concentrado con su equipo en la localidad de Estepona. Hacían ruta de fondo por el Genal y al paso por Algatocín, decide junto con un compañero acortar la ruta, que venía siendo bastante dura ya, para llegar antes a Estepona, ya que aún no había llegado su momento para rodar grandes kilometradas. El caso es que su compañero había visto la carretera en los mapas y, ya se sabe, el papel es siempre plano… Nada les hizo pensar que se iban a encontrar con un puerto así. Para colmo de males, sin comida y sin medios, se confunden y se desvían a Genalguacil y por allí no hay salida… Vuelta atrás y rumbo a Estepona por Jubrique. La pájara sobrevino en unas dimensiones tales que, según nos dice el campeón segoviano, a la vista de un envoltorio de patatas fritas tirado en el suelo se arrojó de la bici para, ansia pura, coger un paquete que sólo resultó contener unas miserables cáscaras de pipas… A duras penas pudo llegar Perico a Estepona con la ayuda de su fiel compañero.

Un puerto largo, más irregular que tendido, que acaba por hacérsenos eterno.

Así es como este puerto, jamás ascendido en carreras profesionales hasta febrero de 2016, ha pasado a la historia: por un pajarón –uno de tantos- del genial Delgado, aunque ello aconteciera en sus entrenamientos de pretemporada.
Pero desguacemos ahora las claves de este Peñas Blancas que, aunque dista mucho de ser un coloso, sí que nos ofrece muchísimo juego a los aficionados de este deporte.
De un inicio junto al río que riega estos valles, entre espesa arboleda, se abre camino la carretera a base de una serie de cuatro herraduras iniciales. Esta zona baja resultará agobiante en verano, pues si bien en la cercana costa las temperaturas suavizan, a poco que nos introducimos en el interior de estos valles el mercurio se dispara. Por suerte, eso sí, la arboleda es abundante, a base principalmente de encinas y, aún más arriba, de un extenso pinar de repoblación.

En el cruce de Genalguacil trazamos esta herradura. Pronto, según parece, podremos disfrutar por completo de la vertiente que asciende por este «museo de pueblo».

Tras dos kilómetros iniciales al 7% aproximadamente, la pendiente concede tregua y el trazado de la carretera nos permitirá ver Jubrique, acostado en la ladera de la montaña. Hasta el pueblo restan aún otro par de kilómetros algo más constantes, aunque sin demasiados sobresaltos. En el mismo Jubrique daremos por concluida la primera parte de este puerto. Pero esto no ha hecho más que comenzar.
Tras disfrutar de una parada en el pueblo, repostando en cualquiera de sus fuentes, continuamos la marcha en pos de las rampas más empinadas de la cuesta. Antes, un tramo irregular, con descansillos, pero con tendencia siempre ascendente hasta que una rápida y corta bajada nos sitúa en un puente, giramos a la izquierda, y nos damos de bruces con un repecho al 14% mantenido. La carretera se revuelve en un par de ocasiones más antes de encarar una zona rectilínea. Durante algo más de dos km. rara vez sentiremos la pendiente por debajo del 8%.

Tras varias curvas durísimas rodamos inmersos de pleno en el tramo de mayor dificultad del puerto.

La carretera traza un giro a izquierdas remontado a media ladera mientras que en la loma de enfrente vemos los guardarraíles que protegen la calzada en un tramo en que más tarde encontraremos un descansillo.
En efecto, poco antes de concluir el km. 11 coronamos un altillo en una vaguada a derechas, para a continuación bajar algo más de 1 km. Nos hemos situado ya a la mitad del puerto y, aunque nos quedan otros 12 km. podemos afirmar que hemos pasado la parte más dura, desde luego. Por lo menos en lo que a rampas se refiere, porque ahora el factor psicológico es cuando empieza a hacer de las suyas. A la derecha, hace rato, la antena que corona Los Reales de Sierra Bermeja domina por completo el paisaje mientras que algo más abajo, en el Porrejón Alto y en laderas aledañas, podemos ver la carretera buscando del puerto natural… Aún nos quedan muchas pedaladas por completar. El paisaje, para los amantes de la naturaleza, es grandioso y cada kilómetro que pasa aún lo es más, sobre todo cuando nos encontremos al pie del Porrejón. Desde allí las vistas sobre el valle serán casi insuperables, con los pueblecillos del Genal engastados en las montañas como brillantes en un collar. Y más lejos la vecina Sierra de Grazalema, acaso con sus cumbres nevadas fruto de los rigores del invierno.

Los kilómetros finales parecen no tener fin.

Pero no adelantemos acontecimientos. Para un ciclista observador, la pendiente media de este tramo será irrelevante, ya que los múltiples descansillos enmascaran la realidad, máxime cuando los innumerables kilómetros ascendidos han ido mellando nuestras fuerzas.
Una falsa sensación de euforia se apodera de nosotros mediado el km. 17, y decimos “falsa” porque, cuando parecía que todo estaba hecho, comprobamos con estupor cómo se trata simplemente de un nuevo altillo. Estamos ya a unos 900 m. de altitud y no vamos a bajar ya de esa cota, pero aún nos quedan 7 km. de puerto y este se corona a 975 m. No parece, desde luego, gran cosa, de no ser –como dijimos al inicio- que este puerto se corona en bajada, o casi.

Al acabar la recta alcanzamos un mirador, linde municipal, donde la carretera alcanza su máxima altitud. Nos encontramos en las inmediaciones del Cerro Porrejón.

No resultará raro que este tramo, de una belleza extraordinaria por otra parte, esté cubierto por la niebla en cualquier época del año. La humedad de estos parajes es lo que permite que en las rojizas laderas de Los Reales crezca esa reliquia de la flora que es el Pinsapo.
Tres kilómetros de subida nos dejan bajo la cumbre del Porrejón a poco más de 1000 m. de altitud, justo en el cambio de término municipal en cerrada curva a izquierdas. Aquí un mirador, de parada obligatoria, nos concederá la panorámica total de estos inmensos andurriales.

Buscamos el puerto natural en descenso con la vista fina en la cima de Los Reales.

Ahora sólo queda dejarse caer y acompañar los pedales en los últimos metros hasta el cruce de caminos en que se sitúa el puerto natural. Pero una última sorpresa nos deparará este ascenso: nos habíamos olvidado de que este espacio natural se encontraba junto a la costa cuando al llegar al cruce nuestra mirada se topa de bruces con la enorme masa azul del Mediterráneo… Y bien que lo vamos a gozar en el descenso.

GALERÍA FOTOGRÁFICA.

Mapa:

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